El desfile de Christian Dior fue tenso, gris y muy restringido. Según lo que he podido leer en muchos artículos, el discurso inicial de Sidney Toledano, presidente de Dior Couture, enrareció el acto condenando el antisemitismo y las personas que lo profieren pero sin mencionar explícitamente a Galliano.
Acostumbrados a la opulencia y la teatralidad de los desfiles de la marca, se hizo extraño ver una colección sin un hilo conductor remarcable, llena de elegancia y feminidad pero faltándole la guinda que el diseñador británico aportaba a sus colecciones desde 1996. El talento y la gran carrera de Galliano no se pueden discutir.
Seguramente la firma, hacía algún tiempo que estaba pensando en cambiar de aires y los problemas del diseñador con el alcohol y sus consecuencias han despejado el camino a una nueva reinvención de la marca.
Ahora estamos expectantes de conocer al sucesor, que seguro no deja indiferente a nadie, pero de momento aplaudimos la decisión de finalizar el desfile con la aparición de parte del equipo, unas cincuenta personas anónimas con bata blanca salieron a saludar al público. Lo nunca visto en Dior, ni Galliano hubiera podido imaginar un final así.
Ahora estamos expectantes de conocer al sucesor, que seguro no deja indiferente a nadie, pero de momento aplaudimos la decisión de finalizar el desfile con la aparición de parte del equipo, unas cincuenta personas anónimas con bata blanca salieron a saludar al público. Lo nunca visto en Dior, ni Galliano hubiera podido imaginar un final así.
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