Desde que una esmirriada Kate Moss en los noventa cambió el concepto de topmodel dejando en un segundo plano a modelos como Elle Mcpherson o Claudia Schiffer, el canon de belleza no ha dejado de cuestionarse. De la voluptuosidad de chicas maduras con caras saludables pasamos a adolescentes quizá demasiado delgadas, pálidas y rebeldes. Hasta que apareció Gisele y sus curvas infinitas que revolucionaron el mundo de la moda; una cara saludable y tostada por el sol y sus ondas doradas la convirtieron en la envidia de cualquier mujer. Pero parece que en el nuevo milenio, del orden de cada etapa haya surgido un caos maravilloso donde todo está permitido: las modelos veteranas vuelven a ser protagonsitas de campañas publicitarias, han aparecido las modelos con defectos o con una belleza no tradicional. La mezcla y la diferencia están de moda.
Ahora vemos modelos blancas, negras, morenas, rubias y pelirojas. Tener la nariz un poco grande, labios finos o unas cejas gruesas ya no es un problema para desfilar aunque, eso sí, aún se tiene que ser delgada y altísima para ello. Sin embargo, esta nueva tendencia de encontrar la belleza en la diferencia puede ayudar a que la moda se vuelva más próxima a la gente normal si se consigue hacer de los defectos una ventaja y no un complejo. Con defectos o sin defectos ellas están siempre perfectas.
Fotos de Style.com. De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Agyness Deyn, Coco Rocha, Gemma Ward, Lara Stone y Irina Lazareanu.
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